The Building and Its Surroundings
This school is located in Paterna, Valencia, nestled between residential buildings and the En Dolça ravine. Instead of facing the city, its entrance opens toward the ravine, embracing the natural landscape and recognizing its role as a key element in the territory’s identity.
Children enter the school by crossing a pine forest on elevated wooden walkways, glimpsing the building through the treetops. There’s no abrupt transition behind a gate–just a gradual journey that eases them from the city into a new environment.
Photo: Mariela Apollonio.
The Interiors
The building’s flowing “S” shape creates two expansive outdoor spaces designed for learning and play: to the west, a welcoming plaza serves as the main entrance, while to the east, a playground extends into nature. This layout ensures that every classroom faces the ravine and the pine forest, fostering a constant visual connection with nature—the true focal point of the school. There is no teacher’s desk, no blackboard; the landscape itself becomes the main learning space.
Classrooms are arranged into five distinct areas, allowing students to move freely according to their interests and needs: the sensory area, practical life area, language area, mathematics area, and cultural studies area.
Each classroom is accessed through an entryway with lockers and benches, where children remove their shoes and outerwear. A low arch in the wall marks the entrance, designed at their scale, making the transition into the learning space intuitive and welcoming. Inside, a central triple-height solar chimney provides natural light, ventilation, and visual connectivity between classrooms.
Outside, each classroom extends into a covered terrace, a small amphitheater, a water fountain, and a deciduous tree. When the weather allows, the classroom opens directly to nature, and the tree, changing with the seasons, becomes an integral part of the learning experience.
The classrooms fan out around a shared space that is much more than a corridor. With widened areas, nooks, balconies, and walkways overlooking the playground, it transforms into a place for gathering, working, and playing.
Throughout the building, spaces are designed at a child’s scale: lofts above bathroom areas, hideaways beneath stair landings, and window seats close to the floor. These are spaces where adults don’t quite fit—little sanctuaries of childhood.
Plano planta baja.
The Outdoor Spaces
The school’s outdoor areas—the eastern playground, the western terraces, and the pine forest across the ravine—are conceived as natural landscapes, not manicured gardens. Here, roots, branches, pinecones, wild asparagus in spring, and mushrooms in autumn replace artificial turf. The goal is not to play on a green backdrop but to interact with nature itself.
There are no traditional sports fields or soccer pitches. Instead, the landscape is shaped into a series of peaceful, inclusive play environments. The terrain’s natural slopes are transformed into ramps, slides, stairs, climbing walls, balconies, walkways, hideouts, and caves. And when heavy rains come, the ravine itself becomes a living classroom, a stage where rushing water dramatically reshapes the land before their eyes.
Photo: Mariela Apollonio.
The Materials
The school is built exclusively with low-impact materials: fired clay and wood.
The thick 60 cm load-bearing walls, made of perforated brick, along with solid brick vaults and floors, showcase the raw beauty of clay. Wood is used throughout the structure, in the roof panels, partitions—both interior and exterior—and in the carpentry.
Concrete is limited to the foundation, and steel appears only in select columns and railings. There are no false ceilings, no cladding, no technical flooring—nothing is hidden. The exposed brick serves as structure, partition, and finish, embracing its natural texture and imperfections. The building’s mechanical and electrical systems remain visible, allowing students to trace their pathways and understand how the school is built and functions. In this way, the building itself becomes an educational tool.
Above it all, a rolling green roof blankets the structure, sloping down to merge with the perimeter fence. It shields the building from heat and rain, enhancing its thermal performance while blending seamlessly with the landscape. Under this living canopy, the architecture dissolves, letting nature reclaim its role as the true façade.
Photo: Mariela Apollonio.
Colegio Imagine Montessori School, Paterna, Valencia, Espaňa
El edificio y su entorno
El edificio se encuentra en el municipio de Paterna (Valencia), entre los edificios residenciales y el barranco de En Dolça. La entrada al Colegio se produce desde el barranco y no desde la ciudad, incorporando este elemento natural al proyecto y reconociendo su papel vertebrador del territorio.
Los niños acceden al colegio cruzando un bosque de pinos, por pasarelas de madera elevadas del suelo, viendo el colegio a través de las copas de los árboles. No desaparecen detrás de una cancela; hay una transición y un recorrido que los prepara mientras dejan atrás la ciudad.
Alzados.
Los espacios interiores
El diseño arquitectónico del edificio, en forma de “S”, crea dos grandes espacios exteriores que fomentan las actividades al aire libre: al oeste, una plaza desde donde se accede al colegio, y al este, un patio de juegos. Este diseño permite que todas las aulas se orienten hacia el barranco y el bosque de pinos, asegurando que desde cualquier punto del edificio haya una conexión visual con la naturaleza, la verdadera protagonista, el único centro de atención. La pizarra o la mesa del profesor no existen.
Las aulas están distribuidas en cinco áreas a las que el alumno accede libremente según sus inquietudes y necesidades: área sensorial, área de la vida práctica, área del lenguaje, área matemática y área de estudios culturales.
Cada aula se accede a través de un vestíbulo con taquillas y bancos donde los niños se descalzan y quitan la ropa de abrigo. Un arco de baja altura en el muro indica la entrada a un espacio pensado a su escala. Además, cada aula cuenta con un espacio vertical de triple altura, llamado captador solar, que se sitúa en posición central, aportando iluminación, ventilación y una conexión visual transversal entre aulas.
Exteriormente, cada aula se complementa con una terraza cubierta, un pequeño anfiteatro, una fuente y un árbol de hoja caduca. Cuando el tiempo lo permite, el aula se abre al exterior y el árbol, con sus cambios estacionales, se convierte en un compañero más.
Las aulas se disponen en abanico y el espacio que las une no es solo un lugar de paso. Sus ensanchamientos, rincones, balcones y pasarelas sobre el patio exterior lo transforman en un área de encuentro, reunión, trabajo y juego.
En todo el edificio hay rincones diseñados a la escala de los niños: altillos sobre los aseos de las aulas, espacios bajo los rellanos de las escaleras o junto a ventanas a ras de suelo. Son lugares inaccesibles para los adultos, pequeños santuarios de la infancia.
Photo: Mariela Apollonio.
Los espacios exteriores
Los patios de juego y las zonas ajardinadas —el patio este, las terrazas al oeste y el bosque de pinos al otro lado del barranco— se conciben y mantienen como espacios naturalizados. Aquí raíces, troncos, ramas, hojas secas, piñas, espárragos en primavera y setas en otoño, forman parte del paisaje. Nada de césped: el objetivo es que los alumnos interactúen con la naturaleza, no que jueguen en un decorado verde.
No hay pistas deportivas ni campos de fútbol; en su lugar, se crean entornos de convivencia tranquilos e igualitarios, donde el juego fomenta la relación entre todos. Los desniveles del terreno se aprovechan para diseñar rampas, toboganes, escaleras, muros de escalada, balcones, pasarelas, refugios y cuevas. Y cuando llueve de verdad, el barranco se convierte en un escenario dinámico donde el agua tumultuosa fluye ante sus ojos.
Photo: Mariela Apollonio.
Los materiales
El colegio está construido solamente con materiales de baja huella ecológica: barro cocido y madera.
El barro cocido se emplea en los muros de carga de 60 cm de espesor, construidos con ladrillo perforado, en las bóvedas estructurales de ladrillo macizo de tres roscas y en los pavimentos.
La madera está presente en la estructura, en el panel de cubierta, en los cerramientos—tanto interiores como exteriores—y en la carpintería.
El hormigón se limita a la cimentación, mientras que el acero solo aparece en pilares singulares y barandillas.
No hay revestimientos, falsos techos o suelos técnicos. No hay forros. Todo queda a la vista: el muro de ladrillo es estructura, partición y acabado, con su textura y sus imperfecciones. Las instalaciones también están expuestas, permitiendo seguir su trazado a lo largo del edificio y comprender su funcionamiento, su soporte y su proceso constructivo. Así, el edificio se convierte en el primer material didáctico del Colegio.
Sobre todo ello, se extiende el manto ondulante de una cubierta verde, una pradera que desciende hasta fundirse con la valla perimetral. Protege, aísla y aporta inercia térmica, resguardando el edificio del sol y la lluvia. La construcción casi desaparece y se mimetiza con la naturaleza bajo este tapiz vegetal, que se convierte en su verdadera fachada.
Photo: Mariela Apollonio.
Riassunto in italiano
La Imagine Montessori School sorge a Paterna, vicino Valencia, tra edifici residenziali e il burrone di En Dolça. Anziché aprirsi verso la città, rivolge il proprio ingresso al paesaggio naturale circostante, riconoscendolo come elemento identitario. I bambini accedono attraversando una pineta su passerelle in legno sopraelevate, in un passaggio graduale dalla città alla natura.
L’edificio, dalla pianta a “S”, genera due ampi spazi aperti: una piazza d’ingresso a ovest e un’area giochi immersa nel verde a est. Ogni aula si affaccia sul paesaggio, eliminando le barriere tra interno ed esterno, e trasformando la natura nella vera protagonista dell’esperienza educativa. Le aule, suddivise in cinque aree tematiche, sono prive di cattedre o lavagne e progettate a misura di bambino, con ingressi bassi, spazi per togliersi le scarpe e ambienti che favoriscono autonomia e movimento.
Photo: Mariela Apollonio.
Un camino solare a tripla altezza garantisce luce naturale, ventilazione e connessione visiva tra i diversi spazi. Ogni aula si estende all’esterno con una terrazza coperta, un piccolo anfiteatro, una fontana e un albero caducifoglio, che diventa parte attiva del ciclo di apprendimento. I percorsi comuni sono spazi di relazione, con nicchie, balconi e affacci sull’area giochi. Tutto è pensato su scala infantile: rifugi sotto le scale, soppalchi, sedute basse e angoli dove gli adulti non entrano.
Le aree esterne non sono giardini ornamentali ma paesaggi naturali, dove i bambini interagiscono con rami, radici, pigne, asparagi selvatici e funghi stagionali. Il terreno stesso è modellato in rampe, scivoli, pareti da arrampicata e nascondigli. Anche il burrone, in caso di pioggia, diventa un’aula all’aperto dove osservare i mutamenti del territorio.
La scuola è costruita interamente con materiali a basso impatto ambientale, come laterizio e legno, lasciati a vista. Gli impianti sono visibili, per stimolare la curiosità e far comprendere ai bambini il funzionamento dell’edificio, che diventa esso stesso uno strumento educativo. Un tetto verde ricopre l’architettura, migliorandone le prestazioni energetiche e fondendola con il paesaggio naturale.
Photo: Mariela Apollonio.